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ASANA: EL CUERPO CON INFINITAS FORMAS

 

La práctica física del yoga se articula en torno a una serie de posiciones, en sánscrito  āsana,  que, en un primer nivel, actúan sobre nuestro cuerpo dándole forma e  haciéndolo más tonificado y flexible. En poco tiempo observamos el efecto positivo que tienen las posturas en músculos y articulaciones y nos anima a profundizar en la práctica porque intuimos que detrás de esas señales tan agradables y alentadoras hay algo más. De hecho, mejoran las funciones de los órganos internos y de todos los sistemas y sistemas y, aunque estos efectos sean más difíciles de notar de inmediato, con el tiempo nos sentimos cada vez mejor: el intestino funciona mejor, mejora la digestión y el sueño y los malos hábitos son en general reemplazado por hábitos más saludables. En un nivel aún más sutil nos sentimos más lúcidos, tenemos más energía, somos más proactivos, más abiertos y de buen humor. En definitiva, los beneficios de la práctica de posturas se sienten tanto a nivel físico como a nivel mental y emocional.

Para que se produzca el proceso de transformación externa e interna es necesario que entren en juego los tres componentes: el cuerpo, la respiración y la mente. Durante la práctica la mente se orienta hacia la observación interior, hacia la percepción del cuerpo y la respiración para captar las sensaciones y el sentido profundo de lo que estamos haciendo: cuando la mente divaga o juzga o cuando la respiración es irregular, el āsana  desaparece. Solo a través del equilibrio y la sinergia entre el cuerpo físico, la respiración regular y la mente concentrada, la postura adquiere esa delicadeza y ese poder que percibimos como estabilidad y comodidad, las dos características que según la tradición definen la esencia misma de āsana. La estabilidad se refiere a la posibilidad de permanecer en la posición de forma concentrada y sin necesidad de moverse, y está íntimamente ligada a la comodidad o la condición de ausencia de esfuerzo gracias a la cual podemos mantener la posición durante un tiempo.

Las posturas también invitan a la búsqueda de geometrías y fuerzas, alineaciones y equilibrios que lleven a repensar radicalmente nuestra relación con el  cuerpo, con el medio exterior y con la naturaleza. Entramos en un contacto más profundo y consciente con la Tierra, con el Sol, con la Luna y las estrellas y con todos los fenómenos naturales que nos influyen constantemente. Las posturas son una de las herramientas que nos permite acercarnos a la idea de ser ese microcosmos que refleja, a pequeña escala, todo lo que se expresa en un gran universo del universo.

Lejos de ser ejercicios de contorsión más o menos acrobáticos, las posturas yóguicas representan la delicada síntesis de la relación entre cuerpo, respiración y mente a través de la cual se realiza un pequeño gran milagro de transformación psicofísica.

por Rossana Dall'Armellina

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